Normal
0
21
false
false
false
ES-AR
X-NONE
X-NONE
MicrosoftInternetExplorer4
Experiencia
comunitaria a través del taller
de autoconocimiento en Morón. Pcia. De Buenos Aires, a cargo de
Cristina Sanchez. Testimonio de Marcela Sanchez.
“Cuando se tienen los objetivos claros, cuando se planifica, cuando se deja
de lado el ego y se abre el corazón todo sale “de diez”. Hubo momentos que
parecía que entre los compañeros nos comunicábamos por telepatía, tomando la
posta o realizando la tarea necesaria, como un gran coro de voces distintas y
que cuando se unen forman un acorde maravilloso. Y los chicos, ellos fueron
nuestros maestros, pues muchos tuvieron que endurecerse o crecer de golpe para
sobrevivir. También confirmé, gracias al taller
de autoconocimiento, que el
trabajo en equipo hace más fácil y placentera cualquier tarea.
Gracias a mis compañeros y a la Fundación Corriente Cálida Humanística de Morón por permitirme
vivir esta experiencia. Tengo todo y más de lo necesario para ser feliz. Las
trabas me las pongo yo y nadie más. Abrir el corazón cuesta, pero vale la pena.
Es lo único que nos mantiene vivos y nos permite crecer. Me puede caer muchas
veces, pero me puedo volver a levantar otras tantas y volver a empezar.
Que el que siempre tiene la razón, se queda con su razón solo. Que soy
querible a pesar de mis miserias. Que tengo que ser misericordiosa. Que con una
palabra o un gesto se puede hacer la diferencia en la vida de otro. Que tengo
amigos que son los hermanos de la vida, con los que puedo contar para lo que sea
y que pueden contar conmigo de la misma manera. Que el trabajo en equipo hace
más fácil y placentera cualquier tarea.
Que yo pertenezco a los afortunados de este mundo y que como tal, tengo la
obligación de hacer algo por los que no lo son. Que la manera de cambiar el
mundo es empezar por cambiar uno mismo para mejor y luego unirnos con los que
pensamos y queremos lo mismo para formar una mesa crítica que sea capaz de
hacer una diferencia.
Pude palpar las grandes necesidades que hay cerca de mí, cuanto hay para
hacer y cuanto yo puedo hacer. Pude recapacitar que yo pertenezco a los
afortunados de este mundo y que como tal, tengo la obligación de hacer algo por
los que no lo son. La experiencia de trabajo comunitario en el merendero
Provida me dio mucho más de lo que yo esperaba y de lo que yo di. Esos chicos,
en su mayoría, endurecidos por las circunstancias que les tocaron vivir, me
dieron mucho cariño, a veces con ternura espontanea, inocente, a veces escondida
dentro de una corteza agresiva.”